Las
relaciones en tiempos virtuales
La
dama
Como un barquero
entusiasta el macho alfa se alista y
zarpa hacia las recónditas aguas de la virtualidad para descubrir, tal vez, una
fauna misteriosa y desconocida que no llega a comprender. Los especímenes
femeninos de ese cardumen van y vienen sobre el vórtice marino de las
emociones. Él se sumerge en el abismo azul para observar espejitos de colores,
fotografías quizá retocadas con filtros, postureos diversos, cuerpos esbeltos y
tal vez no tanto (no olvidemos que las luces y sombras pueden hacer magia de lo
que no es). Las fantasmagorías lo atrapan, o acaso lo captura su propio
instinto animal.
El caballero
Mister Beta y Mister Gama intentan comprender que es lo que quiere transmitir aquella señorita
que, en el tumulto multitudinario de la virtualidad, actualiza cada cuatro minutos
su perfil para mostrarse al mundo ataviada ( y en pleno gélido invierno) con
una micro bikini, acompañando (¿justificando?) la fotografía con el epígrafe de
algún autor ¨espiritual¨. ¿Aquellos pechos o esos glúteos bronceados
y trabajados con tanto esmero en algún gimnasio, desean transmitir algún mensaje
oculto y/o encriptado más allá de su notable exposición? ¿Hay algún misterio de
alto vuelo que la ciencia y la metafísica deban dilucidar?
Mientras tanto, la fémina divaga y duda, sin saber por qué. Sus hormonas, tan cambiantes como
la marea bajo la influencia de la luna, no la dejan comprender la
“realidad/virtualidad” de una manera racional. Su sexto sentido se eleva sobre
umbrales poco normales, la imaginación es ilimitada. Se pregunta qué busca el
navegante, aunque la respuesta es clara. Intuye que el pescador es diestro en
sus menesteres, sabe bucear tanto en mar como en río, conoce las señales, está
al corriente de que el mar da signos, se puede agitar impetuoso o mecer con
delicadeza.
El caballero
Mister Alfa es
un capitán respetado dentro de la embarcación global. Así y todo, también puede
agotarse cuando le toca remar en un dulce de leche con poca sustancia , que
encima es virtual. Se pregunta a menudo por qué el mundo no es un lugar más
sencillo para la tripulación de toda la humanidad. ¿Ulises está condenado a su
propio mástil erguido mientras la cera se derrite lentamente en el interior de
sus oídos? En otras orillas, Mister Beta y Mister Gama deciden emprender una
travesía atávica. El primero tenderá a titubear, podrá caer o no ante la
tentación. El otro pescará lo que haya, la apetencia es sabrosa cuando amanece
y el cielo se transforma en un horizonte mutuo y cercano.
La dama
El poeta murmura
al viento virtual, los sonidos se desplazan y el murmullo vuelve a él. Los
deseos parecen ser recíprocos, “parecen”, verbo entre comillas; la fémina que
posa y exhibe sus atributos en las redes sociales es, en general, insegura, lo
más probable es que esté en la búsqueda de validación externa o deseosa de atención,
o , quién sabe, tal vez esté compitiendo con otras por la cantidad de “me
gusta”. Las redes sociales pueden funcionar como un arma de doble filo. Se
distorsiona lo real y se vive en un mundo casi imaginario, la timidez se borra,
y el miedo al rechazo también. Los hombres se animan a encarar a mujeres de
todo tipo y ellas reciben más ceremonias y halagos que en la vida cotidiana.
El caballero
Mister Alfa experimenta un extraño efecto en el que se reúnen la esperanza y la compasión. No debe resultar sencillo habitar de un modo perenne dentro de aquel alboroto emocional y hormonal. La oxitocina, ahora en ambos géneros, debería ser conminada a practicar media hora de mindfulness por la mañana y otra hora de meditación tibetana cuando el firmamento está a punto de explotar. Mister Beta , ya sabemos, titubea, no sabe si escribir ¨hermosa¨ o rendirse para naufragar. Mister Gama, en fin, está condenado a ser un piropeador serial. La dama ataviada con la bikini necesita y al mismo tiempo desprecia a Beta y a Gama, su objetivo, claro, es el Alfa, así las cosas la dama solo hará ruido entre su propio silencio. Para cubrir todos sus defectos ella lo hará remar, pero… el capitán ya conoce el juego, bostezará y hacia otras tierras fértiles se dirigirá.
La dama
Se siente
idílico el mundo de las relaciones virtuales, pero es un mundo que requiere de
energía extra, ya que da pie a malas interpretaciones: una palabra de más o un
sticker incorrecto puede llevar a la catástrofe amorosa. Para las nuevas
generaciones es normal empezar y terminar una relación utilizando los medios
tecnológicos. Se escucha el aullido de la ola y el marinero es bloqueado. La
embarcación tambalea, el pescador recobra el aliento y pasa a la siguiente
fémina de una lista que quizá se prolongue interminable. Una mujer, en su
esplendor, puede captar hasta el más mínimo chapoteo del agua contra la orilla
y el imperceptible susurro del viento entre los juncos.
El caballero
Hay una
tendencia mundial, entre los humanos más sensibles, curiosos y atentos, a detenerse a observar lo que no se ve, a cierto despertar de una soñolencia
prolongada que tenía aletargados los sentidos de todos aquellos ( y aquellas) cuyas antenas estaban conectadas a los dictámenes del Sistema. Pero el Sistema
colapsó, o al menos tambaleó y ya no pudo volver a ubicarse en su mismo lugar.
Lógico, si estamos hablando de materia y energía y todo lo que merodea
alrededor. Ya sea por pandemia o plandemia, ya sea por enésima crisis o
espejismos trillados que dejaron al descubierto su infinito ante un callejón
sin salida, hubo un tsunami de gente que pispeó de refilón el menú de plástico que volvía a
ofrecerse a cambio de una subsistencia miserable y prefirió dedicarse (en
solitario o con la colaboración de otras personas) a cultivar su propia huerta.
Hoy se hace demasiado evidente, por citar un ejemplo apresurado, que cambiar (con
celeridad insegura) la enésima selfie maquillada en la foto de perfil de wasap
no puede, por más que quiera, competir con la novena de Beethoven o las teorías
de Einstein.
La dama
Las
tecnologías nos acercan y a la vez nos alejan. Podemos estar en contacto con
gente de todo el mundo, pero nada puede compararse con el cara a cara, el
lenguaje no verbal, los movimientos y miradas sutiles, el hechizo de la energía
femenina y masculina fluyendo en el aire, el primer acercamiento y las
feromonas danzando en derredor, el roce de la piel, las pestañas de la mujer
acariciando las mejillas del hombre, la voz cálida que incita el deseo y
siembra la chispa. Labios húmedos y palpitantes. Miradas que se estremecen y la
emoción impregnando el silencio cuando dos seres se encuentran y enlazan sus
cuerpos físicos y energéticos en un instante eterno.
El caballero
El océano,
mientras tanto, se pregunta lo siguiente: ¿Qué es más interesante, pasarme las
horas del día viendo si el Atlántico o el Pacífico están conectados, en línea,
o zambullirme en mis propias aguas para luego poder ofrecerle al viento (uno
real, aquel que acaricia y mueve, que sostiene y siembra) un viaje inolvidable?
La dama (texto
inédito): Laura Chiavetta
El caballero (texto
e ilustración inéditos): Nicolás García Sáez
Especial para
Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos