"La obra de Alberto Carlos Bustos (Rocha, Uruguay. 1921-¿?) es
el aporte más ignorado que nuestro país hace a la cultura hispanoamericana en
el siglo XX. Nació en el barrio de Pocitos, en la carbonería de los gemelos
Walter y Rubén Bustos y, con 11 años, fue raptado por una tribu de gitanos que
se lo llevó a Buenos Aires para utilizar sus poderes hipnóticos mientras ellos
desvalijaban al o la elegida que pedía le leyeran su suerte en las manos”.
NOTA DEL AUTOR: Aunque esto parezca una fábula -o bien una nueva estratagema de los que han esparcido huellas falsas de Alberto Carlos-, nos hallamos ante otro apellidado así, nacido en Montevideo, Uruguay. Lo que llama la atención de presentes y ausentes es que el tal montevideano fuera descrito en el mismo folio de esta manera:
“Vasto experimentador en todas las artes, lúcido e inquieto, escapó a cualquier convención impuesta por las modalidades sociales cambiantes, anticipándose a ellas en una veintena de años. Perseguido; denostado; sometido a presiones autoritarias y a indiferencias malévolas por parte de los círculos áulicos porteños de la cultura dominante, Alberto Carlos Bustos, ha de pervivir tan sólo por la obstinada tradición oral popular".
(1964.
"La Costilla de Adán”. Revista literaria dirigida por Ernestina Viau.
Montevideo. Artículo de Marcela Zorrilla.)
Esta historia se me quiebra
como un vaso
que la vida misma reconstruye,
y, hasta el último pedazo, casi
polvo,
pegado con mi sangre, tripas,
carne,
resulta impostergable.
Agua. Vino. Una cerveza...
Cualquier líquido elemento que
contenga,
escapa entre las grietas.
Apenas si podré brindar a secas
en nombre de la esencia,
en nombre de los años,
y de un mismo pegamento
que es ya el mismo
espeso vidrio de este vaso,
que soy yo mismo
deshojando los sesenta.
¿Espero de la vida un
imposible?
Por supuesto: es ese y no otro
el tema.
Lo posible, lo que soy, ya no
me basta
-¿a quién le basta lo sabido?-
Son muchos los fragmentos
reparados
He utilizado demasiado
pegamento,
y mis manos no han querido
despegarse,
buscan ser vaso, vida, líquido
elemento,
aspectos de un sediento que
renace y sueña...
Y es tan potente la impotencia
por momentos…
Si pudiera deletrearla en un
poema,
poblar* este aislamiento...
No se lee bien el verbo
terminado en *ar*: poblar o quebrar o sortear, porque yugular no cabe ni hace a
la cosa. El AUTOR DE LA NOTA DEL AUTOR, eligió “poblar” y punto,
aunque “quebrar” no estaría mal.
“¡Vamos,
Bustos, vamos!”. De Alberto Carlos Bustos.
Buenos Aires. 1967.
NOTA DE UN AUTOR MUY CONCENTRADO: Si Bustos afirma en este poema estar deshojando los sesenta en el sesenta y siete… ¿Nació en…? Las cuentas nunca se me dieron mal: ¡¡¡En 1907!!! Pero está bueno el poema, ¿no?… Habría que constatar que el escrito fuera de Bustos, pero ¿cómo?... Voten. Si hay mayoría se lo atribuimos por intuición popular.
Desde Madrid,
vigesimosegunda entrega . Texto y ficción (inédito): Miguel Ángel Solá
Collage (fragmentos inéditos, a
sus 8 años): Nicolás García Sáez
Especial para Los Verdes
Platónicos y Los Verdes Paralelos