viernes, 24 de octubre de 2025

Aroma


 ¿Es que nadie sabe decirnos cómo llegar?

Con egoísmo, guardo en mis retinas las fotos más nítidas, que revelan el sueño pausado, en estaciones que aún no han concluido.

Entre los pliegues, la luna nueva se descubre ciega. Los gritos iguales, en lenguas diferentes, fragmentan mi oído para escuchar lo mismo.

Y al volver a él, medito un mantra. El perfume a rosas blancas huele exquisito, me envuelve, me acompaña. Tendida al sol y con la espalda ardiente, la dicha se expande, rozando los bordes. Una bruma hostil sedimenta en mi calma, elogia el aroma que flota invisible, el perfume a rosas blancas me persigue. Y en ellas, la ilusión, un aire abrazador, que  rinde culto al desamparo.  

 

Texto e imagen (inéditos): Silvia Chaher

Especial para el taller de edición

Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos

jueves, 23 de octubre de 2025

Brotar, sideral


 

Sideral ala ancha / rumbo y lluvia / la vienes jarreando


                                              

Adolecer timidez / brotar y a las vías / alameda y chopos




Haikus e imágenes (inéditas): Ruth Moratilla Sanz

Especial para el taller de edición

Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos

Mariposas y ofrendas

“La tumba de Nur es la más linda de todas”, dice Nica, amiga de Nur.  Nica cumplió  6 años hace poco. Nur partió una semana antes de cumplir los 6, el 23 de enero de 2024. La verdad es que el lugar de descanso de mi chiquita es muy hermoso. Su pequeño jardín, su maqam. Nina, su mejor amiga, plantó una lavanda que crece como loca y yo la voy podando. Cada viernes me llevo un hermoso ramo de lavandas, hojas y flores. Nino, su mejor amigo, plantó dos romeros y las hijas de Mari, que no conocieron a Nur,  también quisieron venir y plantaron dos suculentas, que fueron alimento para hormigas (¿o caracoles?).

Detrás de la lápida hay dos arbustos: una lantana y una asclepia, ambas atraen mariposas. El día que enterramos a Nur, estaba lleno de mariposas. También hay un pequeño rosal de 10 centímetros, que no crece mucho, pero se mantiene. Hay muchos caracoles que fui dejando, algunas cerámicas que ella hizo, un copal que dejó Paloma, un pequeño tasbih y una pulserita con su nombre, que hicimos juntas, jugando. El día de su séptimo cumpleaños (el pasado 29 de enero de 2025), pusimos unos bellísimos mosaicos, que mandamos a hacer en sus colores preferidos. Las flores combinan con ellos.

 También llevé una pequeña torta, cantamos muy suavemente el feliz cumpleaños, pusimos dos de sus canciones preferidas: Melancholy Hill y Get Lucky. Trabajamos un rato en los mosaicos al sol, que pelaba, y comimos torta (le dejé un pedacito en la tierra). Cuando volví a casa (de noche) mis dos gatos, Toti y Chikung , me habían dejado una ofrenda en medio del living. La ofrenda,  antes de serlo, sabía volar. Fue la única vez que cazaron un ser con alas, en sus 10 y 11 años de vida.


Texto y foto (inéditos): Julieta Brotsky

Especial para el taller de edición

Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos

 

miércoles, 22 de octubre de 2025

Viento


 

Aunque es de noche / y el viento / zarandeó su pasado


                                          


Si le pido / a lo ocurrido / llega antes del viento



Haikus e imágenes (inéditas): Ruth Moratilla Sanz

Especial para el taller de edición

Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos


Grillo / Homenaje a Félix della Paolera

Lo evoco sentado, en la casa de Ali y Betún, mis abuelos, en un sillón de cuero, fumando su pipa. Casi siempre sonaba jazz de fondo y el ambiente estaba envuelto en una nube de humo aromático, sus ojos casi transparentes, entrecerrados, levemente encorvado. Hablaba con voz profunda, las palabras salían a borbotones, pero su ritmo era calmo. Siempre hacía repetir un verso, a nosotros, sus sobrinos nietos más pequeños:

E peluquero Martino/ que corta como un primor/ el pelo a lo Humberto Primo/ la barba a lo Napoleón.

Cada vez que lo veíamos, cuando venía su hijo Martin, nos juntábamos todos a comer asado, regado con whisky, licor, vino y más pipa. Sufría de una extrema sensibilidad auditiva, entonces pasaba siempre las fiestas en Valeria del Mar, donde tenía su departamento, que fue proveeduría de esa localidad costera. A una cuadra de la playa, con vistas al mar y al jardín perteneciente al edificio El Horizontal, uno de los primeros edificios del lugar.

Había comprado el local que era, casualmente, la librería El Grillo, que él fue convirtiendo de a poco en proveeduría. Allí se podía conseguir de todo, desde el diario que venía de Mar del Plata, hasta artículos de bazar, camping, pesca, kiosco, revistas y alimentos. Mi abuelo Betún, gran amigo suyo, cortaba botellas de vino con hilos empapados en alcohol; luego lijaba los bordes para convertirlos en vasos, que pintaban con un sténcil, que decía “Recuerdo de Valeria del Mar”, y se vendían bien, según mi madre.

Pasaba en la playa muchísimos meses, trabajando en alguna traducción, escribiendo. En  sus caminatas larguísimas por la orilla, con su sombrero de paja de ala ancha, juntaba caracoles extraños, estrellas de mar, animalitos secos y otras curiosidades que traía la marea. Más tarde, enganchados en redes de pescador, los fue usando para decorar las paredes del local, devenido en departamento. Toda la vajilla de su casa fue rescatada cuando el viejo Hotel Ostende estuvo enterrado, durante años, abandonado bajo las pesadas arenas y medanales. En su biblioteca de Valeria predominaban las historias policiales.

Luego, cuando fue más grande, los fuegos artificiales y petardos llegaron también a la costa, con el crecimiento turístico exponencial de Valeria, Pinamar y Cariló; entonces pasaba las Navidades con nosotros, en Adrogué. Era tanto lo que sufría los ruidos, que estaba toda la noche con algodones en los oídos y grandes auriculares para atenuar la molestia. Casi no podía hablársele durante la cena de Nochebuena, porque no oía. Cerca de las doce, entraba a la casa de mis abuelos, cerraba las puertas y persianas que daban a la galería y ponía jazz a todo volumen, hasta que pasaran los estruendos. Mi abuela Ali siempre contaba que, cuando le tocó hacer el servicio militar, tuvo la mala suerte de que le tocara en artillería. A mi abuela, que tenía el mismo sentido del humor que Grillo y una inteligencia y agudeza mental muy parecidas, le resultaba de lo más gracioso. Ella también me contó que le decían Grillo porque, ya de chico, no dormía, por quedarse leyendo hasta bien entrada la madrugada.

Una vez lo invitó a su amigo Borges, quien se quedó en la Hostería Din Don. Fue exclusivamente para firmar libros en El Grillo. De esa ocasión recuerdo una anécdota que Grillo siempre contaba: cuando le preguntaron qué tal había sido su estadía en la Hostería Din Don, Borges había contestado: “Bien, pero el agua caliente sale con escrúpulos”.

Durante muchísimos años, Grillo llevó adelante un afamado taller literario que formó a muchos escritores. Quienes asistieron a su taller, hablan de la generosidad y humildad con que lo dictaba, de su humor, de su enorme bagaje cultural y aguda inteligencia. Sólo publicó un libro, Develaciones, sobre la relación entre la literatura de Borges y Adrogué, lugar donde se conocieron mientras esperaban el tren. Allí iniciaron una entrañable amistad, que duró mientras Borges vivió: solían salir a caminar por Buenos Aires y almorzaban juntos todos los sábados. Esto no es algo que él contara jamás, es una parte de la historia de Grillo que he leído o escuchado de otras personas, porque no era un hombre propenso a hablar de sí mismo, lo caracterizaba un muy bajo perfil, a pesar de ser alguien que nunca pasaba desapercibido. Supe, hace poco, que, en algún momento, desistió de publicar nada,

Una de las últimas veces que lo vi, yo estaba veraneando también en Valeria, en un departamento en El Horizontal. Pasé a saludarlo y a preguntarle si necesitaba algo del supermercado. Aceptó sin dudar, pues tenía espíritu ermitaño. Recuerdo que estaba escuchando flamenco. Cuando volví con su compra, me ofreció una copita de absenta. Le dije que nunca había probado, pero que sabía lo que era: la famosa bebida a la que se aficionaron tantísimos artistas europeos a finales del siglo XIX, que tiene supuestas propiedades alucinógenas. Me miró mientras me explicaba que había que tomarlo de un trago, como el tequila, sus ojos sonrientes vieron mi gesto de sorpresa: el trago, prácticamente se evaporó en mi paladar, tan alta es su graduación alcohólica. Recuerdo un gusto cargado de anís. Luego hablamos un rato de música, del trabajo que estaba haciendo (creo recordar que era una traducción al español de una obra de Shakespeare), me despedí y seguí con mi día de playa.

En octubre se cumplieron 14 años de su partida. Encontré la fecha casualmente, mientras buscaba información sobre él. Elijo recordarlo en la terracita del balneario Las Tejas, compartiendo unas rabas con clericó, conversando animadamente y riendo a carcajadas con mis abuelos y tíos abuelos, cerca del Océano.

 

Texto (inédito): Magdalena Erbiti

Imagen Félix della Paolera: Gentileza Familia Ansaldo

Especial para el taller de edición

Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos

 

Ovario

La microfotografía muestra un sector de un ovario, en el que se destaca un folículo ovárico secundario o cavitado o antral; a su derecha se ubican varios pequeños folículos primordiales, uno de los cuales aparece señalado como [5]. En la imagen se pueden ver centenares de células de diferentes tipos, formas y tamaños; entre ellas se destaca un ovocito [1] en el interior del folículo. Su gran tamaño y sus características estructurales, lo asemejan a la idea que suele tenerse de cómo es una célula, pero este aspecto de “huevo duro” no es lo habitual. Sus límites celulares están bien definidos por la presencia de una banda rosada, denominada zona pellucida, que no es la membrana plasmática (con este tipo de microscopio no se pueden visualizar las membranas) sino una acumulación proteica extracelular, que va a permitir la fecundación por no más de un solo espermatozoide de la misma especie; esto ocurre en los ovocitos (óvulos) de todos los animales. Por dentro de la zona pellucida se ve el citoplasma pálido y artificialmente granulado del ovocito, con el núcleo celular en el centro del mismo. Al ovocito lo envuelve la corona radiata, que es una capa de cuatro o cinco células, llamadas de la granulosa, que seguirá protegiendo al ovocito aún después de la ovulación. Los espermatozoides deberán separar estas células para poder penetrar hasta la zona pellucida y fecundar a la gameta femenina.

Nótese que las células de la granulosa forman una especie de pedículo o pedestal denominado cúmulo oóforo, que adhiere el conjunto a otra capa de células de la granulosa [3] que rodean a una cavidad o antro folicular [2], el cual contiene un líquido que, en el momento de la ovulación, será expulsado desde el ovario hasta la trompa uterina; en él, estará suspendido el ovocito, rodeado por la corona radiata, ya que en ese momento se desintegra el cúmulo oóforo.

Por fuera de la capa de células granulosas que rodean al antro, existe una estructura llamada teca interna [4], formada por células algo más grandes, de citoplasma pálido: las células tecales. La acción conjunta de las células de la granulosa, junto con las tecales, resulta fundamental para la fisiología femenina, ya que su estimulación, por parte de las hormonas FSH y LH de la glándula hipófisis, determina la producción de las hormonas esteroides femeninas: estrógeno y progesterona. En la etapa preovulatoria, la principal secreción es de estrógenos. Previo a la ovulación, el folículo secundario crece notablemente, pudiendo alcanzar un tamaño de hasta dos centímetros. A este tipo de folículo antral maduro, se lo suele denominar folículo de De Graaf. Luego de la ovulación, el folículo se colapsa y tanto sus células granulosas como las de la teca se transforman y forman el cuerpo lúteo o amarillo, encargado de secretar principalmente la hormona progesterona, característica de la última etapa del ciclo menstrual y de los primeros meses del embarazo.

 

Texto e imagen de microscopio (inéditos): Doctor Roberto Ponzio

Especial para el taller de edición

Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos

 

miércoles, 15 de octubre de 2025

Domingo

Ayer fue un día especial en el cementerio, muy distinto a otros. Eran alrededor de las  16:30, cerca del cierre, que es a las 17 hs, y todavía estaba lleno de gente, quizás por el feriado, día de sol, parecía verano, el primer calor oficial del año.

Se escuchaba una mezcla de sonidos, al menos dos familias pusieron cumbia a un volumen considerablemente alto. Hablaban casi a los gritos, como quien está en una fiesta y ha bebido de más. En un momento sonaba una cumbia del feliz cumpleaños y una de las familias cantaba a coro. No estábamos muy cerca, pero si en el mismo sector, cinco o siete tumbas más adelante (sección 4, entrando por Jorge Newbery). Las otras familias estaban más tranquilas, pero se respiraba un aire distinto, de reunión, como de fiesta.

“Que kilombo, no?”, le dije a mi hijita. Imaginé que se hubiera reído, o que lo hubiera dicho ella, quizás. La imaginé corriendo entre las tumbas, con los niños de otras familias. Si no se hubiera ido y visitáramos a otra persona. Desde que se murió mi hija voy muy seguido a Chacarita. Al principio todos los días, después casi todos los días. Al poco tiempo tuve que mudarme y ya no vivo cerca. Me mudé a provincia, Villa Martelli. Tampoco es tan lejos, pero cuesta más ir. Sin embargo voy todos los viernes que puedo. A veces también lunes o domigos, el “dia de la familia”. Con mis viejos (que tampoco están más en este plano) y mi hermano, el domingo al mediodía nos juntábamos para almorzar ravioles con tuco, si o si, no se podía faltar.

Cuando voy los domingos y veo las familias haciendo picnic en las plazas de los alrededores, pienso en eso del “día familiar”. Nunca me imaginé que iba a ir tan seguido al cementerio. Nos saludamos con los cuidadores y los guardias. Ya no me revisan el bolso y me reciben con una sonrisa. Un par de veces les lloré para poder entrar, porque había llegado tarde; me dejaron, pase señora, pase. El papá de Nur va casi todos los días y cuando, por algún motivo, se ausenta de la ciudad, me pide que vaya más seguido.

Una vez lo encontré a su tío leyéndole uno de sus libros preferidos: “Alicia en el país de las maravillas”, fue uno de los últimos que le leímos en su corta vida. También, en esos últimos días, terminamos la saga de Pilar. “La historia sin fin” quedó sin terminar, esa se la leía su papá. Pero vimos la peli juntas, eso si.

Me da paz ir ahí. Yo soy la encargada de las flores, me nace eso. A Nur le encantaban las flores y las plantas en general, les inventaba canciones, las acariciaba. También le gustaba arrancarlas y hacer pociones.

Algunos días Emanuel me vende las flores en la esquina, siempre me regala un clavel o me hace algún descuento. Le pido que tengan muchos colores, sobre todo sus preferidos: rosa, fucsia, lila, violeta y amarillo también, como los colores de los mosaicos que le pusimos a su tumba. La chica que vende los días que no va Emanuel, ya sabe las que me gustan. 


Texto y foto (inéditos): Julieta Brotsky*

*Cantante de las bandas Entre Ríos, Giradioses, Ondas Martenot y Julieta y los Espíritus. Instructora de tai chi chuan y profesora de canto, trabaja también con el músico Lucas Marti, entre otros. 

Especial para el taller de edición

Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos

 

martes, 14 de octubre de 2025

Mundos

Hoy no estoy para ese mundo de papel / Hoy estoy para uno distinto, del que creí, del que soñé / Este mundo, que equilibra la vida / Que une, que coopera / Qué te voy a contar que no sepas, mi alma.

 Como tú, no voy a mirar para atrás / Solo tiro las cartas al destino / Porque hay una siembra / Que no es de un día para el otro / Y tampoco se guarda en cajones.

 Porque hay una cosecha / Cuando nadie nos ve / Lo cerca que estamos / De ese extraño lugar /  Y lo que te rondaré, morena.

 

Texto y foto (inéditos): Ruth Moratilla Sanz

Especial para el taller de escritura cronometrada y espontánea (cinco minutos) y para el taller de edición

 Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos

 

lunes, 13 de octubre de 2025

Santa Rosa y los pájaros (un recuerdo)

Se percibe la tormenta.

Los animales están inquietos, intentan relajarse, las perras a la sombra. El gato Pandú maúlla molesto al sol. Lean ese “molesto” como mejor lo sientan, porque puede resultar así para mí, pero también puede estar maullando su propia molestia. 

 Trabajé un rato, a pesar del calor, el viento y el sol. Tuve que cavar una zanja angosta y poco profunda en la entrada del galpón lindero, a la izquierda del que utilizo para mis hábitos diarios. Si considero que, mirando hacia afuera, está el NO, la caída del terreno es muy pronunciada en dirección NE, colándose en pequeñas microbarrancas (sic) hacia mi galpón. La abertura del mismo, donde antes había una cortina metálica, tipo comercio de barrio suburbano, ahora está tapada por un nylon, clavado con maderas a las paredes y sostenido con ladrillos sobre el suelo, eliminando la posibilidad de una entrada. Para hacerlo, uso una abertura que comunica al galpón lindero, antes mencionado. Del otro lado del nylon, la tierra, que fue lavándose en sucesivas lluvias, se acumuló allí, formando un colchón de tierra y pasto que absorben bastante el caudal. Pero el agua entró, la última vez que llovió, por el galpón lindero y la puerta de la izquierda que da al SO (ver el plano). Por lo tanto, agregué una compuerta en el umbral de la puerta al SO, de ladrillos y un revoque de barro que tenía preparado hace rato, en un balde. Lo hicimos con los chicos, hace más de dos meses, antes de la nevisca de fines de mayo, así que, seguramente, pegue bien con los ladrillos.

 Debí haber planificado mejor el trabajo, lo hice de un momento a otro. Pronostican que comenzará a llover esta madrugada y el revoque no se habrá secado para entonces. Agregué unos nylons que tapan la compuerta de ladrillo, ayudando a bloquear (con finísimo gusto) la entrada de agua.

 Se siente el aire eléctrico-estático, el viento sacude árboles y nylons. Me acompañan todos los sonidos. El canto de los pájaros también. Andan atareados e inquietos, recogiendo semillas. Refuerzan el nido con palitos nuevos, algunos usan barro, igual que yo, con pajas, y así se alistan para la inminente tormenta.

 Me puse a escribir porque me di cuenta de que medito más de lo que creo. Hace algunos años entendí que meditar no es más que estar presente en donde se esté; en lo que se esté haciendo, plenamente, dejándose sentir. Observando y observándose. Todo lo hecho hoy, cada tarea planificada, aún sobre la marcha y con poco tiempo, fue con ese espíritu casi contemplativo. Y cuando este estado ocurre, a veces tengo la clarísima, casi epifánica convicción, de que lo que en ese instante se decida, es porque así tiene que ser, como en la previa de la tormenta de Santa Rosa, preparando el rancho, como los pájaros.

 

Texto y planito (inéditos): Magdalena Erbiti

Especial para el taller de edición

Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos

 

domingo, 12 de octubre de 2025

Forlorn


The river is dark / Crowded with fallen trees / That rot the water

The river, when it hardly flows / And it is damp, slippery / All thorny and sharp bushes

The river when it pushes my mind / To some foreign childhood memory / That I cannot put my finger when

It scares me and attracts me enormously / But I cannot remember why / It smells so familiar and sad

 

Texto/Canción (inéditos, original en inglés): Magdalena Erbiti

Foto: Nicolás García Sáez

Especial para el taller de edición

Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos

viernes, 10 de octubre de 2025

Calesita triste

Me pregunto cómo es posible que, en una época en la que predomina la digitalidad, el contenido rápido, la diversión fácil, perezosa, débil y dopamínica, aún tenga vigencia y sea atractivo para los niños el paseo en calesita.

Ya las calesitas que yo pude experimentar, no se parecieron jamás a los maravillosos carruseles de película, con unicornios dorados, luces titilantes de neón, animales que subían y bajaban, carrozas decoradas con cintas de colores, todo acompañado por un vals tocado en organillo…el mantenimiento de las calesitas barriales ya empezaba a decaer durante los ‘80.

Las calesitas a las que me subí, todavía guardaban algo de respeto por el niño y el calesitero ofrecía una sortija, aunque sabíamos que aparentaba no haber elegido un niño previamente para permitirle que la tomara. Todos fingimos creer, cuando nos tocó, que habíamos logrado quitársela hábilmente; pero sabíamos, en el fondo de nuestras almas inocentes, que era una mentira, probablemente la primera que nos dijimos en la vida.

La música que sonaba en los parlantes de dudosa calidad era, por lo general, la música infantil de moda, saturada hasta niveles que la volvían irreconocible, pero al menos era música de niños, o intentaba serlo. 

Ayer llevé a mis hijos a la calesita de una plaza decaída, casi durmiendo en el fondo del conurbano Sur. La tristeza, los vehículos y animales que la componen, están apenas pintados, sin demasiadas ganas, con colores opacos. Debajo de la pintura aún se ve la masilla de las reparaciones, mal terminadas. No cuenta con las divertidas monturas subibajantes: todos son vehículos rígidos, que no tienen siquiera un volante o palanca que accionar. Cuando mis niños subieron, las maderas del piso giratorio hablaron peligrosamente. Me vi tentada de chequear que no sobresalieran astillas en los asientos. Por supuesto que ponerle luces sería adornar lo inadornable. Creo que cuando cae la noche, se prenden unas lucecitas de Navidad, como para darle un toque de color. 

El calesitero ni siquiera ofrece la sortija. Está sentado detrás de un mostrador. De fondo suele sonar reguetón o cumbia, música que no se me ocurriría ofrecerle a mis hijos. Sin embargo, no hay vez que pase por la plaza, cerca de la calesita triste, y ellos no me miren con ojos desesperados, como si la vida dependiera de esos veinte giros a la nada misma, como si se tratara de la emoción más fabulosa de la vida sentarse en un autito de madera y saludar a mamá cada vez que la ven pasar. Veinte veces.

No me animo a preguntarles, desde este lugar de adulto con grandes dudas existenciales, cuál es la gracia de la calesita. Creo que, en el fondo, temo encontrarme con la respuesta que espero: que nunca más me pidan dar una vuelta en ella.

 

Texto y foto (inéditos): Magdalena Erbiti

Especial para el taller de edición

Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos

 

jueves, 9 de octubre de 2025

Diálogo con mi canilla

De charlar con la canilla / Afronta las desesperanzas de las retamas / Aulagas de los inviernos / Amarillos de los veranos olorosos

Colecciono los explotares de tus vainas naturales / Se pusieron sus amores amaderados en  bandeja / Las despedidas de los albaricoques son siempre tristes...porque son pocos y tan dulces sus frutos...

Si habré fabricado silbato con tus semillas, frotándolos contra un asfalto

Amarguras valiosas, oleosas...

Esta canilla que charla de cuando se me cayó un plato y al crujir un darse cuenta de color albero…

Y aquí, en la pared, descansa un miura, no hay capote, no hay capote, ni rosa ni colorao

Y de este grifo quisiste hacer una alberca

¡Hay quien me diera una alberca!

¡Me llevo la alberca, madre, me llevo la alberca!

 


Texto y foto (inéditos): Ruth Moratilla Sanz

Especial para el taller de edición de textos

Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos

 

miércoles, 8 de octubre de 2025

Médula espinal, meninges y espacios

La imagen muestra una sección histológica transversal, a través de la sexta vértebra torácica de una rata, que permite apreciar las relaciones anatómicas de la médula espinal con los otros elementos presentes en el conducto medular, particularmente con las meninges, las raíces y los ganglios. Con este aumento, es posible identificar el conducto central, el surco medio anterior y la forma característica en H de la sustancia gris, ubicada centralmente.

La duramadre espinal, está separada del periostio vertebral por un espacio epidural que posee tejido conectivo laxo. Entre la duramadre y la aracnoides, no existe el espacio subdural debido a que éste es virtual y sólo puede hacerse evidente en circunstancias especiales, tales como un sangrado, por ejemplo.

La membrana piaracnoidea espinal, posee escasas trabéculas aracnoideas, por lo que el espacio subaracnoideo, mucho más amplio que en el cerebro, aparece como una cavidad continua en la que, a este nivel, se ven partes de una raíz anterior.

Se pueden identificar las gruesas envolturas mielínicas de los axones de la sustancia blanca, que aparecen como estructuras vacías debido a su solubilidad en los líquidos utilizados en la confección del preparado histológico.

En la sustancia gris central, que es más compacta y eosinófila, se ven neuronas de diversos tamaños. Entre ellas, en las astas anteriores, se pueden identificar motoneuronas gigantes con sus núcleos de cromatina muy laxa, nucleolos conspicuos y citoplasmas multipolares con numerosos gránulos de Nissl. En el citoplasma de la neurona cuyo núcleo no aparece en el corte, se ve una zona pálida, desprovista de gránulos de Nissl: se trata del cono axónico, del cual emerge el axón hacia la derecha de la imagen.

 

Texto e imagen de microscopio (inéditos): Roberto Oscar Ponzio*

*Médico, Doctor en Medicina, Supervisor de Biología, Director de la Unidad Docente Biomédica. Miembro Representante Profesoral del Departamento de Biología Celular, Histología, Embriología y Genética. Director del Ciclo Biomédico, Secretaría Académica, Facultad de Medicina. Miembro Integrante del Comité de Selección y Evaluación de la Carrera de Médico, UBA. Miembro representante profesoral de la Comisión de Readmisión en la Carrera de Medicina y Consejo Directivo de la Facultad de Medicina. Especialista en Patología. Profesor Titular en la Fundación Favaloro, Profesor Titular Distinguido en la UCA, Profesor Titular en la UCES. Jurado y Conferencista. Colaborador en publicaciones científicas. Autor de los libros: Atlas de Histología, Biología celular y molecular, Biologia celular e molecular

Análisis y resumen para el taller de edición de textos

Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos



 

Marmolandia


 Salgo a caminar por Mármol City, conurbano bonaerense, Argentina. Como casi todos los marmolenses, camino por la calle. 
El automovilista nativo respeta, el forastero nos insulta en varios idiomas. Llegar a la plaza de la iglesia propone posibilidades inesperadas. Encontré dos árboles de cerezas, que, en los 20 años vividos aquí, no había visto jamás, están en la esquina de Mitre y Grandville, llenos de frutos dulces, con un dejo amargo al final. El pasado domingo, también, había una murga boliviana hermosa, con toda una sección de bronces, tuba blanca incluida. Era la festividad de la Virgen de Copacabana. Los trajes turquesas contrastaban con los tejidos autóctonos originales de su cultura, que adornaban las polainas de lana, los sombreros, las polleras de las mujeres. El espectáculo sorpresa compensó cualquier posible falencia, así, disfrutamos de las banderitas argentinas y bolivianas de papel, volando por el aire.  
No deja de asombrarme la cantidad de casonas antiguas que siguen en pie. Los ferroviarios ingleses que habitaron la zona, dejaron estas viviendas con galerías, techos altos, carpinterías ornadas y ventanas de vidrios repartidos. Algunas están mejor mantenidas que otras, pero no deja de ser la arquitectura que destaca en la localidad. Muchos años he consultado a los dueños de propiedades de este estilo venidas a menos y abandonadas para lograr que me las alquilaran, con escaso éxito. Soñaba con arreglarlas, ponerlas en forma, devolverles algo de su esplendor, tal vez con el toque artesanal que me caracteriza. 
De Mármol, me agrada que no pueda decirse que tiene un centro comercial. Hay unos cuantos comercios a pasos de la estación de tren, donde aún se encuentra el tanque de agua del que se alimentaban las locomotoras a vapor. Luego, cada dos o tres cuadras, pueden encontrarse mercados chinos, kioscos, verdulerías, peluquerías de barrio, heladerías, muchas ferreterías. El Fogón, club mítico, ha crecido mucho y es el único lugar donde se amontonan un poco más los autos, pues es una calle estrecha y doble mano. El aire que se respira es tranquilo, y para mí, aunque viva hace tantos años en medio de las sierras cordobesas, es como volver a mi casa. No sé si podría vivir aquí: tiene el aroma del pasado, aires de otra época de mi vida que ya casi no reconozco. Pero, definitivamente, se siente bien pasar el tiempo, es menos difícil recordar quién era, desandar el camino, volver al centro y arrancar otra vez.

 

Texto y foto (inéditos): Magdalena Erbiti*

 *Docente y música

 Ejercicio para el taller de edición de textos

 Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos

lunes, 6 de octubre de 2025

Taller de primavera

Cuando abrimos Sátira y Musa, cumplimos el sueño del pibe al contar con un Dream Team para estrenar el primer catálogo. Cuando inauguramos Oliverio, mi segunda editorial independiente, todo fue un poco más expeditivo y sencillo, amén de ser una proeza (¿alguien mencionó a Fitzcarraldo?) el armado y la distribución de dos catálogos en tiempo récord y en ser la primera en el mundo que, durante largos meses, abrió sus puertas dentro de todo aquel bodrio del monotema covídico y su cuarentena medieval.

En ambas editoriales hay plumas de primerísima línea, prologuistas, traductoras, diseñadores, autoras noveles. En el medio, y en este blog, mítica trinchera, cientos de colaboradores dejaron y siguen aportando su huella magnífica. Todo está interconectado en una Gran Constelación. Gracias a todos ellos, a todas ellas, pude estudiar, aprender y crecer como editor. Quien nos lee hace años, sabe muy bien que todo el contenido se produce en casa, cien por ciento inédito. Ahí mismo, cada tanto, el bisturí retoca algún párrafo, pero más que nada alguna coma, algún adjetivo. La tarea siempre es permitida, agradable, lo mínimo e indispensable para evitar alguna cacofonía, por ejemplo.

En este blog de Los Verdes Platónicos se publicaron alrededor de 600 textos (los datos están aquí) muchos de ellos editados. Decenas de esos escritos son de participantes aficionados y aficionadas que quisieron ver de qué se trataba publicar en un espacio concurrido. Aquí, en este último grupo, pongo un ápice la lupa para manifestar, en el recuerdo, mi algarabía al notar que un horror de ortografía se transformaba, con una letra o una palabra, en un mundo de posibilidades.

Así las cosas... ¿Tenés por ahí algún texto bebiendo de las sombras, con ganas de asomarse a la luz de algún paisaje apocalíptico? ¿Te gustaría que ese texto soñado sea el pan tibio entre las manos, anunciando tu nuevo amanecer como escritor? Te puedo sugerir una coma, dos puntos, cambiar un adjetivo o un párrafo larguísimo, si es menester, luego tu punto de vista será el que guíe su propia película. 

Cupos limitados. Más data en el flyer

NGS


 

martes, 23 de septiembre de 2025

Mirar, observar, contemplar, volver a mirar...

¿Cuantas veces miramos sin observar, observamos sin contemplar? Estamos tan acostumbrados a comprar el humo y la niebla, a no atravesarlos para apreciar el paisaje completo, que esa pachorra es una regla enquistada y sin posibilidades de redención…excepto para algunos valientes y valientas, o al menos entusiastas, aquellos que deciden dedicar una partecita del día a refutar el embuste. ¿Cómo? Por medio de la meditación, claro, la práctica fructífera y milenaria siempre es uno de los mejores caminos hacia las primeras verdades. Y siendo honestos con nosotros mismos, por supuesto, eso siempre garpa en el alma. O, también, y ya que estamos, asistiendo al nuevo curso que, en breve, dará Florencia Suárez Guerrini, mega crack total e inigualable, como se viene diciendo, a la hora de abordar y difundir los tesoros que se encuentran en el estudio riguroso del arte contemporáneo. Toda la data en el flyer 

 

domingo, 21 de septiembre de 2025

Porter en foco

¿Qué sabemos de Liliana Porter? Más allá de sus fans, el enterado sabe que, a grandísimos trazos, es una señora argentina, artista multidisciplinaria, ya octogenaria, que vive en Nueva York. Sus obras coquetean con los límites de la realidad (signifique lo que esto signifique hoy en día) y la ficción. Ganó la prestigiosa Beca Guggenheim y es una de las mujeres más citadas de la cultura contemporánea de nuestro país.

Así las cosas, nuestra querida Verdeplatónica, Florencia Suárez Guerrini, está por dar un curso en breve, brevísimo, sobre la obra de Porter. Oportunidad. Como ya dijimos alguna vez en este blog, referente del librepensadurismo, Florencia es una de las damas más Power y adelantadas que estudian el minucioso futuro y progreso del Arte Latinoamericano. Googleadla.

En épocas de zombis susceptibles de cristal, de gente que aún te quiere vender Cachavacha con Narcisa por Heidi, Florencia nos tira varias magias concretas, potentes, sinceras, aquellas que exploran lo lúdico y lo filosófico, lo simbólico y lo conceptual, lo pedagógico y lo ameno…todo junto. 

Yo que vos no me la pierdo. Toda la data en el flyer. 

 

miércoles, 20 de agosto de 2025

El vuelo del venteveo

 

Percibo el vuelo del venteveo, más allá de los últimos fríos intensos. Él sabe de un lugar, me hace saber de un lugar, y ese lugar es tu lugar. Es el espacio donde deseamos encontrarnos, desde donde nos vemos verdaderamente.

Las alas de este pájaro magnífico vuelan sobre cualquier paisaje desolado, llenándolos de color y vitalidad. Les silba sus melodías ventoleras, invitándolos a transformarse en países de maravilla. En su vuelo, el venteveo no solo ve, sino que crea. Nos recuerda que lo que percibimos y cómo lo hacemos es lo que da forma a nuestra realidad. El paisaje desolado no es un hecho, sino una percepción que podemos cambiar.

Es el momento de salir del lomo de las leguas sombrías, de una vez por todas.

 

Texto cronometrado* y acuarela (inéditas): Ruth Moratilla Sanz

*Seis minutos, ejercicio para el taller de escritura cronometrada y espontánea

Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos

domingo, 17 de agosto de 2025

El bosque de ida y vuelta


En el bosque de ida y vuelta se puede caminar sobre las hojas caídas del invierno. Hace frío. Silencio. Al respirar el aire puro, que deambula entre el ukelele y el río, podremos ver el resplandor del amarillo, las sutilezas ocres quebradizas y el añil del cielo.

Es un bosque mágico, definitivamente. Hay un ciclista que no deja de dar vueltas, partiendo siempre desde el mismo lugar. Hay, también, movimientos leves y un paisaje que es espejo de otro a la hora de una siesta que nadie duerme. Los céfiros, comparados con el sonido del agua transparente, son mínimos, sobrevuelan las piedras y provocan un oleaje que parece soplado por liliputienses.

A medida que se avanza, el bosque va enseñando sus particularidades. Cada rincón celebra tener a la Naturaleza como única protagonista.

*Se recomienda ver la película completa para aprovechar al máximo su aporte sensorial y audiovisual

Guion, videos y texto: ©Nicolás García Sáez

 Guion, edición y traducción: Florencia Suárez Guerrini

Diseño: FSG & NGS 

©Casi un Nirvana

martes, 12 de agosto de 2025

El espejo de los tiempos vacíos (2)

La libertad, en esta lógica, ha perdido hondura, se ha vaciado de responsabilidad. El/la narcisista moderno/a, no empatiza: exige. No ama: compite, intenta controlar y ser admirado/a. No escucha: publica. Y en esa falsa libertad —limitada, sin entrega, sin deuda amorosa—, solo queda una soledad adornada de estímulos.

Amar verdaderamente implica aceptar la presencia del otro, reconocer su misterio y, con él, la propia vulnerabilidad. Implica abrir pendientes simbólicos, nutrir y ser nutrido, dar y recibir sin contabilidad. Pero, para eso, es indispensable algo más que el deseo: se necesita coherencia. Y eso, en este mundo superficial, parece haberse vuelto un lujo extraño.

Hoy, muchos vínculos se tornan narcisistas porque hemos olvidado que amar es ceder, elegir, mirar de verdad. Porque, en el fondo, ya no se quiere amar, solo se quiere ser amado. Y eso no tiene nada que ver con la reciprocidad.


Texto y boceto (inéditos): Mariana Godino

Doce minutos, ejercicio para el taller de escritura cronometrada y espontánea

Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes Paralelos