Se percibe la tormenta.
Los animales están
inquietos, intentan relajarse, las perras a la sombra. El gato Pandú maúlla
molesto al sol. Lean ese “molesto” como mejor lo sientan, porque puede resultar
así para mí, pero también puede estar maullando su propia molestia.
Trabajé un rato, a pesar del calor, el viento y el sol. Tuve que cavar una zanja angosta y poco profunda en la entrada del galpón lindero, a la izquierda del que utilizo para mis hábitos diarios. Si considero que, mirando hacia afuera, está el NO, la caída del terreno es muy pronunciada en dirección NE, colándose en pequeñas microbarrancas (sic) hacia mi galpón. La abertura del mismo, donde antes había una cortina metálica, tipo comercio de barrio suburbano, ahora está tapada por un nylon, clavado con maderas a las paredes y sostenido con ladrillos sobre el suelo, eliminando la posibilidad de una entrada. Para hacerlo, uso una abertura que comunica al galpón lindero, antes mencionado. Del otro lado del nylon, la tierra, que fue lavándose en sucesivas lluvias, se acumuló allí, formando un colchón de tierra y pasto que absorben bastante el caudal. Pero el agua entró, la última vez que llovió, por el galpón lindero y la puerta de la izquierda que da al SO (ver el plano). Por lo tanto, agregué una compuerta en el umbral de la puerta al SO, de ladrillos y un revoque de barro que tenía preparado hace rato, en un balde. Lo hicimos con los chicos, hace más de dos meses, antes de la nevisca de fines de mayo, así que, seguramente, pegue bien con los ladrillos.
Debí haber planificado mejor el trabajo, lo hice de un momento a otro. Pronostican que comenzará a llover esta madrugada y el revoque no se habrá secado para entonces. Agregué unos nylons que tapan la compuerta de ladrillo, ayudando a bloquear (con finísimo gusto) la entrada de agua.
Se siente el aire eléctrico-estático, el viento sacude árboles y nylons. Me acompañan todos los sonidos. El canto de los pájaros también. Andan atareados e inquietos, recogiendo semillas. Refuerzan el nido con palitos nuevos, algunos usan barro, igual que yo, con pajas, y así se alistan para la inminente tormenta.
Me puse a escribir porque me di cuenta de que medito más de lo que creo. Hace algunos años entendí que meditar no es más que estar presente en donde se esté; en lo que se esté haciendo, plenamente, dejándose sentir. Observando y observándose. Todo lo hecho hoy, cada tarea planificada, aún sobre la marcha y con poco tiempo, fue con ese espíritu casi contemplativo. Y cuando este estado ocurre, a veces tengo la clarísima, casi epifánica convicción, de que lo que en ese instante se decida, es porque así tiene que ser, como en la previa de la tormenta de Santa Rosa, preparando el rancho, como los pájaros.
Texto y planito (inéditos): Magdalena Erbiti
Especial para el taller de edición
Especial para Los Verdes Platónicos y Los Verdes
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